El infeliz devenir
lunes, septiembre 19th, 2005
Todo empezó como una cura de desintoxicación de la ciudad, de las pantallas y de los cables, una semana para coger aire y volver al curro de nuevo. Pero algo, que yo todavía no podía ni imaginar, se iba a interponer en el infeliz devenir de mi currante vida.
Así quedó mi brazo tras el ataque de una medusa tigresa gigante a orillas del mediterráneo y así entré de nuevo en contacto con la vida, con mi cuerpo y con la naturaleza.
Inmediatamente caí rendida a sus pies. El dolor intenso del principio en medio del mar, el chute de adrenalina que te coloca en en el mundo como ya ni te acuerdas que has estado. Sin propósito, sin esperarlo, el tiempo se para. Luego el dolor dulce que cura, que te recuerda, que te gusta un poco, que todavía puedes sentirlo al cabo de los días, el dolor dosificado, la piel abierta y cerrada. Es el mismo placer, cuando despues de un día de sexo bueno, intenso, despues de disfrutar mucho, te levantas y durante dos días te duele hasta lo que no sabías que existía, pues eso lo sentí yo tambien con mi medusa tigresa y pensé que la vida era algo importante, que no soportaba una jornada más, de mi vida laboral de ocho horas delante de un ordenador, dibujando hermosos mapas del mundo, pero sin poder olerlo.
Volví y dejé el trabajo.
