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Romances de verano

martes, octubre 3rd, 2006

Sí, yo también he tenido un romance de verano. Fue en agosto, como cualquier romance de verano que se precie y en un lugar maravilloso, en la montaña, a la luz de la luna y bajo las nogueras. Me cautivó con su mirada dulce y con su piel oscura, pero sobre todo, con su juventud. El objeto de mi pasión amorosa tenía 2 años y medio. Pero no se echen las manos a la cabeza antes de acabar el post.

Todo empezó con el juego de la cueva-manta, donde te refugias en la oscuridad al abrigo de miradas indiscretas. Con la complicidad de su hermana, de 8 años, me convencieron para jugar. Muy educadamente me pidieron permiso para tocar mis tetas, a lo que yo inocentemente accedí. Y lo que comenzó con un suave pellizco en los pezones acabó con dulces lengüetazos y horas de juegos en los que yo me resistía a veces con más fuerza, otras con menos.

Me he fijado en la playa este verano. Los niños pequeños les tocan a las madres los pechos con mucha frecuencia, pero claro, ellas los rechazan fervientemente. Sólo a los lactantes se les permite el privilegio. Es divertido ver como les fascina, ver sus caritas seductoras, rogando que les dejen tocar esos bultos suaves y deliciosos con los que jugar y sentir todo tipo de sensaciones sensuales. Él me miraba así también.

Nuestra última noche dormimos juntos. Yo guardé las distancias diplomáticamente, pero durante la noche el bebé estiraba sus brazos en busca de contacto físico y no paraba hasta encontrar el objeto de su deseo. Su madre me explicó que, acostumbrado a dormir con ella y con su hermana, si no encuentra carne a la que aferrarse, se cae de la cama en su búsqueda.
Dormir con un bebé es mágico. Mirarlo dormir, te llena de paz, de tranquilidad. Dormir juntos es un éxtasis.

Hoy he soñado con él y con nuestros juegos en la cueva-manta. Pienso a menudo en él y en la relación sexual que se establece entre la madre y su bebé. Supongo que el estúpido mito del complejo de edipo surgió de los celos del hombre al ser testigo de ese vínculo madre-hijo. Y me quedo mirando en la playa a los padres. Algunos miran con recelo a su hembra, seguro que pronto empezará a instigarla para que deje de darle el pecho, para que el bebé duerma en otra habitación y para que rompa ese vínculo que cuentan empieza en el nacimiento, donde se produce el enamoramiento y donde empieza esa relación sexual o sensual o como quieras llamarla, pero estamos hablando de lo mismo.