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Hay tantas maneras de violarnos. Capítulo 5

lunes, febrero 19th, 2007

Yo tenía veintipocos años. Estaba viviendo en Valencia pero aquella tarde cogí un tren para ir a trabajar a Castellón. Tenía que hacer un turno de noche en una fábrica de azulejos. De vigilante. Era dinero fácil y rápido. Pero era un trabajo horrible, te pasabas sóla 12 horas en una fábrica polvorienta, muerta de aburrimiento y de asco. No me apetecía nada pasar otra noche en la fábrica.

En el tren había un chico joven con su mochila, que andaba preguntando en francés a la gente si había más trenes para seguir su camino o si conocían un hostal barato para dormir. De donde yo vengo la gente habla poco con los extranjeros, es la costumbre, así que no le hacían mucho caso. Reconocí su acento, era belga. Yo había vivido en Bélgica y me apetecía hablar francés con acento belge y divertirme un rato, así que me acerqué a él muy amable y le propuse alojamiento. Aunque claro, mi intención era muy distinta. Yo no quería pasar la noche sóla, tenía ganas de echar un polvo y el belga tan solito con su mochila parecía una presa fácil. Normalmente es fácil con los chicos. Para mí siempre lo fue, vaya.

Tengo que reconocer que le engañé. Sin ninguna verguenza le dije que no había más trenes, pero que podía venirse a dormir a mi casa. Parecía confundido, pero el tren llegaba a la estación y supongo que como no tenía más posibilidades, aceptó. Mi hermano venía a por mí con el coche para llevarme a la fábrica. Nos subió a los dos poniéndome mala cara pero sin hacer comentarios. Llegábamos tarde. La fábrica fue una de las peores en las que estuve. No tenía luz y estaba llena de ratas. Le rogué a mi hermano que me trajera un par de bocadillos y condones. El belga parecía confuso.

Le expliqué lo del trabajo, la fábrica y el turno de noche. Le dije que seguro que encontraríamos algún colchón para dormir un rato. El pobre no tenía opción, estábamos en un polígono industrial, en el campo. No pasaba ni un coche por la carretera. La noche era cerrada. Comimos nuestros bocadillos y me guardé los condones en el bolsillo. Yo empecé a preparar el terreno, quería follármelo pero él no parecía muy dispuesto. Recuerdo que me enseñó fotos de sus hijos. A penas tenía 25 años, pero tenía un par de críos pequeños. Yo pasé al ataque, pero él se negaba en rotundo a mis deseos. No me lo podía creer. Para qué había venido entonces si no quería follar? Ésto siempre me disgustó muchísimo cuando era más pequeña. Cuando te ibas a casa de un tío a follar, piensas tú, y el otro sólo quiere dormir. No quiero hacerlo la primera vez, te dice romántico. No me ha pasado muchas veces, un par tal vez, pero no se te olvidan.

El caso es que esta noche en la fábrica yo no estaba de humor y me daba igual lo que el mozo dijera. Yo veía que él tenía miedo, que estaba incómodo, que no sabía que hacer. Y al final me salí con la mía. Contra su voluntad, por supuesto. Conseguí una media erección por su parte que me fue suficiente. Obtuve lo que quería y me eché un rato a dormir. No sé si él durmió. A la mañana siguiente le llevé con el coche de mi hermano a la estación, sin preguntas, sin comentarios. Yo me tomé un café y me fui con el coche a una rave en Valencia. Cuando estaba a unos kilómetros de la rave, entré en cuarta en una rotonda, intenté frenar y me quedé con el cambio de marchas en la mano. Lo había arrancado de cuajo. Frené como pude, dejé el coche averiado al lado de la carretera, me fui a la rave haciendo autostop y me metí un par de rayas.